Mirar y sembrar futuro
La capacidad crítica de verse a sí mismo/a y ver el mundo con una mirada inclusiva, constructiva, reflexiva y propositiva.
En el mundo que vivimos, globalizado, interconectado y que avanza a grandes pasos, no podemos negar la existencia de brechas de desigualdad e injusticias que afectan a una gran mayoría, y por otro lado, cada día se hace más patente la necesidad de sentirse ciudadano/a de un mundo y de repensar qué dimensiones de la persona está necesitando la construcción de una ciudadanía global más equitativa para todos y todas.
La capacidad crítica transversaliza los tres ámbitos de la persona para la formación de una sana y responsable conciencia moral: El mirarse a sí mismo y a sí misma, valorando y potenciando las cualidades y a su vez, reconociendo las limitaciones como debilidades a superar y transformar, son actitudes fundamentales para una construcción del YO, dirigida hacía la integralidad y la plenitud de cada persona. Comprender, analizar y valorar con criterio la realidad, así como la capacidad para tomar decisiones y dar razón de lo que se hace, constituyen elementos propios de una persona con reflexión sociomoral. El saber mirarse y mirar la realidad con sentido y conciencia transformadora, permite el diálogo con otros/as, la interacción asertiva y el aceptar que la sociedad y los procesos históricos se construyen conjuntamente, son dimensiones básicas para la dimensión de convivencionalidad, que vivimos los seres humanos.
Generar la capacidad crítica, exige un tipo de aprendizaje centrado en los alumnos/as o participantes a los que se dirige la actividad educadora. Un aprendizaje que defienda prioritariamente el “aprender a pensar” para “aprender a ser”, procesos de aprendizaje que ayuden a articular el pensamiento con la acción, y que promueva actitudes y criterios para aprender a estar en el mundo, como seres históricos, con capacidad de intervenir, conocer y transformar.
Un tipo de aprendizaje que ayude a construir conocimiento con otros y otras de manera cooperativa y reflexiva. Procesos para dinamizar, abrir, flexibilizar, criticar, enriquecer y rehacer nuestros conocimientos. Y todo ello, con el fin de responder más cualificadamente a los desafíos y necesidades del mundo de hoy.
La educación tiene el reto de crear ambientes que despierten curiosidad y generen preguntas sobre la realidad y el contexto en que vivimos, especialmente el de exclusión, que lo analicen críticamente y que nos desafíen a una ciudadanía global, comprometida y con incidencia.